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A continuación, se presentan algunas de las estrategias más relevantes para el manejo de la disrupción en el aula, basadas en investigaciones recientes y en el trabajo de Juan Carlos Torrego e Isabel Fernández docentes e investigadores del grupo IMECA de la Universidad de Alcalá, profesores del Diplomado Experto en convivencia de esa misma casa de estudios.
1. Prevención de la Disrupción: Crear un Ambiente Positivo
La prevención es el primer paso para evitar la disrupción en el aula. Tal como lo señala Torrego (2010), “un ambiente escolar positivo y estructurado reduce significativamente los comportamientos disruptivos”. Para ello, se recomienda:
Establecer normas claras y consensuadas: Según Kounin (1970), las normas definidas de manera conjunta entre docentes y estudiantes son más efectivas, ya que los alumnos se sienten partícipes y responsables de su cumplimiento. Torrego añade que este proceso de co-construcción genera un mayor compromiso por parte de los estudiantes.
Clima de aula inclusivo: El establecimiento de relaciones respetuosas y una organización efectiva de los tiempos y espacios de trabajo contribuyen a un entorno de aprendizaje que minimiza los conflictos (Evertson y Emmer, 1982).
Ajuste curricular: Según estudios de Pianta y Hamre (2009), la frustración académica es una de las causas principales de los comportamientos disruptivos. Adecuar los contenidos y los métodos pedagógicos a las necesidades de los estudiantes puede reducir significativamente la disrupción.
2. Manejo Activo de la Disrupción en el Aula
Cuando ocurren comportamientos disruptivos, es esencial actuar de inmediato para minimizar su impacto. Torrego (2015) enfatiza la importancia de “responder con rapidez y firmeza, sin interrumpir el flujo de la clase ni perder el control emocional”. Algunas estrategias incluyen:
Intervenciones rápidas y directas: Investigaciones de Marzano (2003) muestran que gestos no verbales, el contacto visual o un simple acercamiento al estudiante pueden ser efectivos para desescalar situaciones antes de que se intensifiquen.
Uso de la flexibilidad pedagógica: Cambiar el ritmo de la clase, realizar pausas breves o introducir actividades dinámicas puede ayudar a prevenir la acumulación de tensiones (Jones y Jones, 2004)
Refuerzo positivo: Tal como sugiere Skinner (1953), el reconocimiento de los comportamientos positivos es una herramienta poderosa para motivar a los estudiantes a seguir conductas adecuadas.
3. Gestión de la Disrupción Recurrente
Para comportamientos disruptivos que se presentan de manera reiterada, es necesario implementar estrategias más estructuradas. Torrego (2015) propone que “los centros educativos deben contar con protocolos claros de intervención, y los docentes deben estar capacitados para aplicarlos de manera coherente”. Las claves para la gestión de disrupciones recurrentes incluyen:
Protocolos de actuación claros: Los equipos docentes deben contar con planes de acción para manejar estas conductas de manera consistente y predecible. Esto es crucial para crear un ambiente de seguridad y confianza en el aula.
Apoyo interdocente: Según Torrego, la colaboración entre docentes y la comunicación constante es esencial para abordar problemas recurrentes. Este apoyo mutuo permite a los docentes compartir estrategias y asegurarse de que las intervenciones sean coherentes en todo el centro.
4. Disciplina Asertiva: Manejo del Conflicto con Respeto
La disciplina asertiva, propuesta por Canter (1976), promueve el uso de la autoridad del docente de manera legítima y respetuosa. Torrego (2011) destaca que “la autoridad se debe ejercer en función del respeto mutuo, lo que implica no solo corregir las conductas disruptivas, sino también educar emocionalmente a los estudiantes”. Las estrategias recomendadas incluyen:
Ejercicio de la autoridad justa: Los docentes deben mantener un equilibrio entre firmeza y empatía, asegurándose de que las consecuencias disciplinarias sean proporcionadas y entendidas por los estudiantes.
Proximidad y diálogo: Fomentar una relación cercana con los estudiantes permite anticipar posibles problemas y resolver conflictos antes de que escalen. Según estudios de Gordon (2003), la comunicación asertiva entre docentes y estudiantes mejora la gestión del comportamiento en el aula.
“Podemos concluir que el manejo de la disrupción en el aula requiere un enfoque integral que combine estrategias preventivas, intervenciones eficaces y un manejo emocional adecuado. Como bien señala Juan Carlos Torrego, “no se trata solo de controlar el comportamiento de los estudiantes, sino de crear un entorno de aprendizaje donde todos puedan prosperar”
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